domingo, 13 de septiembre de 2009

Encontrarse con uno mismo por la calle, y no reconocerse. Subir una montaña, y topar con el mar una vez en la cumbre. Mirar entre las propias costillas y encontrar todo lo que existe.

Quizás nada sea como pensamos. Quizás nos venimos equivocando desde el principio, empecinados en no sorprendernos, buscando las maneras de limitar el mundo para explicarlo más rápidamente, cómodamente compartimentado hasta que se nos acaban los cajones y lo absoluto nos desborda, haciéndose evidente nuestra ceguera en nuestro empeño por negar la existencia de todo aquello que nunca fuimos capaces de etiquetar.
Mientras tanto, sin prestar nunca atención a lo evidente, continuamos dejándonos la vida en construir nuevos diques de contención de la realidad, mirando hacia cualquier otro lado cuando los muros se derrumban, haciendo llover ladrillos sobre nuestra cabeza.

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