Ése segundo de más, en el que uno normalmente apartaría la mirada a un lado pero por algún motivo no se ve capaz de hacerlo; ese mantener la vista fija en los ojos del otro y olvidar -hasta que el vértigo repentino devuelve todo a su ritmo habitual - es una de las más claras muestras de que el tiempo ni existe, ni importa.
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