sábado, 18 de octubre de 2008

Momentos de tapón en el tercer oído.

Fondo de día gris con charcos verdes, quietud absoluta cruzada por montones de líneas que hay que cambiar de rojo a magenta, y que no vienen mucho al caso.... Se las deja pasar porque vienen cargadas de sushi y con recomendación, y siempre hay que prestar atención a las recomendaciones, y al pescado crudo. Cosas del márketing y la gula.

Demasiada calma, demasiado silencio embutido del ruido blanco producido por la sospecha tenebrosa de que la ansiedad no se fue, que tan sólo cambió la vieja máscara de dientes mellados por una muchísimo más discreta, confusa, difícil de percibir. Peligro de perfil bajo, bien conocido diez años ha, y ya casi olvidado, presentándose de nuevo. Adolescencia, segunda parte.
Resulta terrorífico... Las viejas mandíbulas que roían mi espina no eran mucho mejores, pero se hacían muchísimo más fáciles de controlar, en la medida en que reclamaban atención continua sobre su presencia... Desde determinado punto de vista, es preferible una tensión negativa controlada que ninguna tensión en absoluto.... Sin tensión no hay motor. Sin motor, no hay movimiento. Sin movimiento, no hay vida.

Quedan, sin embargo, las consignas garabateadas entre mis costillas, el aprendizaje, el recuerdo, y las llamas perennes en conserva, de luz lejana pero inacabable, que tanto brilla cuando oscurece. Si no fuera por todo ello, no habría más opción que el sueño, la desconexión vía sábana, la huída hacia dentro que dormir nos proporciona.

No es un lujo que pueda permitirme, me temo. Más allá de los muros de desmotivación y desidia queda también una responsabilidad extraña, una alerta, una deuda para con la existencia al completo, la misma existencia que se está dedicando a entrenarme construyendo con mi piel una armadura endurecida a puros golpes. El presente, más que nunca, apunta al futuro, como la introducción de una película en la que uno tiene papel pero nunca recibió guion. El apuntador ocasionalmente susurra las siguientes líneas, o uno mismo se hace huevos, improvisando pero sabiendo que jamás debe salirse de la trama principal, que no conoce; ése detalle es lo suficientemente desconcertante como para olvidar códigos básicos de aprovechamiento del presente, en un presente sobre el que se proyecta, entre líneas, la conclusión futura del mismo, pero que no por ello deja de arrastrar el lastre de lo que quedó atrás.

Vértigo, dudas, preguntas, más dudas. La capacidad de certidumbre sigue ahí, supongo, ésas cosas no se le mueren a uno así sólo de muerte, pero se perdió jugando en la piscina de bolas, y yo aquí, de pie en mi montaña como una idiota, esperando a que vuelva para que mi mundo deje de parpadear, de desvanecerse por momentos.

Debo recordar, reestructurar, volver a ver, recuperar altura. Reaprendamos, pues, a volar.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Una noche como otras.Como tantas.
Como muchas de ellas
tan distintas entre sí, y tan iguales
Un jugo de naranja, o algo así

papas con curry y culpa

Preguntas suspendidas de los acordes que
bajan
en
escalera
desde las esquinas

Una estrella fugaz entre las luces rojas
cargada de sonrisa y nombres olvidados

(algo vanidosa, como cualquier estrella)

pasó
prendió

se fue

Nadie tuvo la delicadeza de parar el tiempo.Nadie.
Continuaron las preguntas y las luces sus caminos
Y las cabezas rubias repletas de cerveza
y los engranajes del reloj.Yo me retiré
volando,
antojada de estrellas.

Péndulo

Alcánzame la soga que allí cuelga
atada a las pestañas de la vida
como ancla del recuerdo que se niega
a dejarse caer en olvido suicida

Y en cuanto des reposo al cordel en mis manos
me lo amarraré al pelo como horca del alma
para volar así bajo el cielo empedrado
que brillante espera a verme florecer

Quizá pierda los ojos
para ganar la vista

domingo, 17 de agosto de 2008

Profecía

Se abrirán las puertas del cielo, la tierra se verá bañada en luz y oro; todo el que observe tal fenómeno obtendrá al punto la más perfecta paz interior, y la existencia en pleno cantará, armoniosa. La raza humana, empero, será la única excepción: se perderá el asombroso acontecimiento por no haber sabido limpiarse las legañas para abrir los ojos y haber puesto todo perdido de sangre al intentar recortarse los pelos de la nariz.

sombras de agua no presente

Una mancha de humedad con foma de cariátide en huelga de brazos caídos, los amigos con los que sabes que jamás puedes contar y sigues llamando amigos, un acorde vestido de recuerdo anaranjado, la nave nodriza de una escuadra alienígena haciéndose pasar por nube junto a una gigantesca ballena, chinos, japoneses, las máquinas de musculación abdominal que anuncian en televisión cuando las calles duermen, las promesas políticas, las justificaciones para no salir de la cama, el sabor de los caramelos, las poses de foto, las tetas de silicona, las muñecas hinchables, las noticias de prensa, las ofertas de supermercado, las consignas sociales, los besos de las películas, el valor de los borrachos, la seguridad de los sobrios, las dentaduras postizas, los tratamientos antidepresivos, los núcleos familiares, las sonrisas diplomáticas, los abrazos de funeral, los amores de una noche, el alcohol de garrafón, las figuras de origami, los libros de texto, los glaciares, los perros pequeños, los buenos propósitos, los planes perfectos. La existencia.

Nada es lo que parece ser, mas todo se expone tal y como es; mientras tanto, ahí seguimos todos, cerrando los ojos para ver y volando con alas de muestra gratuita, sin darnos cuenta de nada en absoluto.

Impaciencias plásticas

Oh, sí...
La Luna llama, y se abren las bocas dentadas de un pozo insondable, canal de existencia custodiado por luciérnagas azules. Las gargantas piden, reclaman con impaciente anticipación lo que saben ha de venir, lo que por ser anhelan.
Deberán esperar. Obviaremos, pues, su aullido, cubriéndolo de colores desconocidos y roces disimulados de dedos, y de hojas secas de agua y líneas y formas y olores suaves. Con limón, por favor.

Eternidades de Segundo (años y años compartidos con alguien que nadie imaginaría que siempre estuvo ahí)

Y bien, así son algunas noches, y algunos días, y quizás algunos sueños. Observo la columna de humo que huye de mi boca subir hasta que dejo de verla y ya sólo estoy de vuelta en mi montaña esférica particular, todo alejada altura y celajes estrellados de recuerdos y sensaciones. Abajo, el mundo. Arriba, la existencia, y viceversa.

Es allí donde no puedo evitar tenerte en cuenta, por algún motivo esencial – y muy probablemente de color azul – que hasta la fecha desconozco, por lo menos en su forma concreta. Tampoco es que me preocupe mucho, la verdad, me resulta grato tener consciencia de esa puerta, ese pasaje abierto en mi burbuja que lleva a esa otra burbuja donde los silencios son conversatorios, las vacas hablan, las sensaciones tienen colores que las definen y los osos de peluche van rellenos de adoquín.

Tan parecidas entre sí, a decir verdad…Y, hasta cierto punto, tan conveniente, casi necesario. Tu presencia, incluso invocada, viene siendo como un número de emergencia de asistencia existencial; jamás imaginarías la paz que provoca el saber que en ti tengo, siempre que sea necesario, el mapa con la ruta de vuelta a mi propio centro, y saber también que yo guardo tu mapa , y que ésa responsabilidad me añade motivos para no perderme yo a mi vez.La simbiosis perfecta. Eso sí, en dosis homeopáticas. Material delicado, consultar únicamente en casos de extrema necesidad , tan milagrosamente cerca de todo lo absoluto que da miedo abusar de ello, banalizarlo, borrarle el alma. Miedo al miedo, y al alejamiento por cercanía. Así lleva siendo años, y así se ha mantenido en un equilibrio dolorosamente perfecto, completamente aislado de la sesión de zapping que parece mi vida en el mundo.

Nada perdura, excepto vos, no importa que pasemos meses sin cruzar palabra, el tiempo no existe, las cosas solo son, sin más, y los chuchos ladran y por aquí llueve como que el cielo está de duelo y se escapó la gata pero nada importa, porque nada queda mas que lo que ya hay de todo ello.

Intensas, esas dosis homeopáticas.


Un océano de por medio y te tengo más cerca que nunca, y la dulzura suave en la nuca y ese calor de abrazo y el miedo y la música, difícil no caer y quedar colgando, ya pasó antes y sobrevivimos los dos, cierto, a destiempo eso sí, pero ya van años de entrenamiento y…

Sigue dando miedo, y sigue sin importar mucho el miedo, aún. La estructura cristalina que nos comunica sigue intacta, hasta el momento, pese a que a veces resulta repentinamente tentadora la idea de intentar hundirme a través de ella con el alma abierta en canal y los ojos vendados, sin atender al temor de pasar como un elefante por una vidriería.

Tampoco importa. En definitiva, las cosas simplemente son, ¿no? Y el mundo que cae.

Y las palabras.

Y los silencios, y las vacas que hablan.