miércoles, 8 de febrero de 2012

Perdiendo cuadernos

Cargada de buena disposición me aprestaba yo a actualizar este cúmulo de sinsentido, aprovechando un par de cosas que tenía escritas por ahí nacidas del buen ánimo de estos últimos días, cuando caí en la cuenta de que no era capaz de encontrar el cuaderno en el que las había escrito. Que por ahí ha de andar, espero; las palabras vuelan, pero contaba con un par de dibujos en esas páginas de los que no hay copia y que me dolería perder.
De todos modos, para no desaprovechar la buena predisposición -si bien podría estar aplicándola a procesos más útiles, como dibujar un par de imágenes locas que me cruzaron la cabeza esta semana, o continuar con los detalles de mi website, que al paso que llevo ya parece tarea apocalíptica, el asunto- héme aquí, tecleando sin bien saber por dónde comenzar o hacia dónde, más allá del movimiento vertical básico aplicado a las teclas, que es ya más costumbre que consciencia.

Quizá sea la locura infecciosa provocada por el mordisco de determinado tipo de lagarto gigante, o una figura particularmente acertada en los malabares hormonales que manejan mis entrañas; En cualquier caso no puedo evitar poner mi atención en el hecho evidente de que últimamente estoy de un humor inmejorable, y que tengo unas ganas de escribir que ya había olvidado sabía tener.
Esto, todo sea dicho, es motivo de celebración: que sea la paz la que me impulse a tirar líneas de texto o escarabajos de papel brillante en lugar de limitarme a abrir el chorro del drenaje emocional es digno de ser notado, fotografiado y puesto en un pequeño altar, con un coro de sapitos que lo cuiden. Ya sólo falta fijar el impulso y canalizar en condiciones, hacer algo con ello que merezca las palabras que gasta. Veremos.

Y que dure.

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