Me alejo de las espinas,
presta a buscar resguardo
bajo la sombra
proyectada por el ala
de un ángel cualquiera
que pasaba por ahí.
La flor aúlla mi nombre
y yo asomo la cabeza, observando su risa
de cuentos perdidos y batallas extraviadas. Sonrío
con cierta amargura
y pienso en las grietas que cubro de chocolate
mientras regreso al nido
esperando que la tormenta pase.
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