lunes, 19 de enero de 2009

Una espiral reluciente crece, girando, sobre la azul línea del horizonte, ascendiendo en solar trayectoria hasta llenar el cielo, devorando las estrellas con su sonido de campanas y violines tocando melodías al revés. Tras la espiral, como haladas por un cordel invisible, se alzan repentinamente las montañas, violentas y sincopadas erecciones de tierra y roca colisionando, transformándose, eyaculando en las entrañas del infinito e inalcanzable techo que las cubre, madre eterna y padre eterno, sin necesitar para serlo más que existir y contener.

La lava corre, líquida y brillante semilla de fuego, convirtiendo su rojo resplandeciente en un canto a la pronta desaparición de sí mismo. Sabe que su muerte le traerá una permanencia eterna y gris; ésa es su condición, y cumple con su cometido sin rechistar. No hay más opciones, nada arde eternamente.

La ceniza flota en el aire, nube de cambio que alimentará a la nueva vida una vez decida posarse. Un día, ésa ceniza será bosque, el bosque será insecto y el insecto será pájaro.

Todos tenemos alas en algún momento. Todo vuelve al aire, del aire a la tierra, de la tierra al fuego, del fuego a todo. Todo es fénix.
Todo es.
Todo.
Cenizas.

Crónica de una noche cualquiera

La agonía de un año, o el nacimiento de otro. No importa, en realidad; no más que la muerte de un día, una hora, un segundo. Cualquiera de todas esas fracciones de tiempo equivale a un momento.
Ya no noto los años, no como tales, se quedaron pequeños. Sólo noto la espera, la incertidumbre confusa y expectante que aúna este período de mi existencia, haciendo que todos los elementos que lo componen sean una sola cosa, apunten en una única dirección.
Adelante.
Debería ser ahora, aquí, pero es adelante, allá, al frente, y aún y siendo mañana, o después, ocurre en este preciso instante, un viaje presente con el fantasma de las navidades futuras, de las caídas futuras, de los inicios futuros.

La música es una flecha, una guía del camino, el pasamanos de la escalera; resulta mucho más real que los cohetazos a la par de la puerta, el dolor de cabeza o la espera hasta las doce sin celebración alguna, dejando que el año se termine de consumir como quien espera a que hierva el agua para el té. La música no habla del tiempo, sólo lo usa de plataforma inmediata. Cada segundo es un escalón, un paso arriba; cada huella trasciende la anterior, pese a nacer de ella.

Voy acostumbrándome de nuevo a caminar a oscuras, si bien en ocasiones me olvido de la música y termino de perder el norte, aferrándome a cualquier punto de luz que se me cruce en el camino como consecuencia, olvidando que aferrarse a cualquier cosa significa desviarse de la propia vía, perderla de vista, y acabar tropezando.

Me siento débil. Por algún motivo enfermó mi fuerza, y eso nubló mi vista. A la que me descuido me encuentro persiguiendo luces como gato que acecha pájaros, desorientada por el miedo a que desaparezcan, paralizada por el miedo a que el mismo miedo las aleje, todo garras y alerta cada vez que trato de decidir en qué dirección moverme. Las luces lo notan, se asustan y se van, dejándome de nuevo a oscuras y sin saber muy bien en qué sentido seguir avanzando.

Y yo sin ser capaz de recordar dónde queda el interruptor. Maldita sea mi falta de retentiva.

Por suerte, la música reaparece y me ayuda a fluir, haciéndome tan sólo ser. Es ahí donde mi camino continúa, no bajo mis pies ni entre mis costillas. Yo soy el camino.

A día de hoy....

El mundo continúa siendo una jaula de monos. Los monos siguen sin saber que son monos, y mantienen la costumbre de sonreír orgullosos tras limpiarse la mierda del culo y llevársela a la boca.

Human way of life, que le llaman.

reflexiones

Coincido con quien afirma que el corazón de una persona no es un buen lugar para pasar el invierno, ni ningún otro período de tiempo. Al final siempre toca salir de ahí dentro, todo manchado de sangre y medio ciego por la luz repentina y los coágulos atorados en las pestañas.

Súplica

Daría mi mano izquierda y las muelas de oro que no tengo por que alguien me alcanzara el alma sabiendo lo que hace.

mensaje a los marcianos

La huella del peso de tu cuerpo sobre el mío sigue fresca en mi memoria, despertando a mi piel con el recuerdo de tu boca trazando senderos sobre mi espalda, puentes de saliva y aire que unen cuello y caderas en un único relámpago fabuloso, interminable, deseado de vuelta una y otra vez. Puedo recrear tu olor y tu tacto, incluso escuchar de nuevo los gemidos que fingías para excitarme, y que yo a mi vez fingí creer reales para no dejar de oírlos...
Encuentro tu esencia en todos esos detalles, en cada recoveco de memoria que guarde un momento compartido con vos, y por lo mismo te llevo dentro, siempre absoluta y completamente .